viernes, 21 de diciembre de 2012

Por qué no están listos? por qué?



Por un lado los hombres quieren una mujer que sea lo que soy, sí, por presuntuoso que suene, pero por otro prefieren seguir en la comodidad de la sumisión y sometimiento de las mujeres comunes que rigen sus vidas por los momentos de locura desenfrenada y tienen la certeza de que son la drew barrymore de su propia comedia romántica.
“El amor todo lo puede”,” si es para ti, estarán juntos”,” lo voy a esperar porque estamos destinados a estar juntos”, dar oportunidades y recibir momentos de arrepentimento repentino que dura lo que una luz de bengala, de las de 3 x $10.
Trillada la idea del enamoramiento natural, siguen pensando que no es que uno de los dos haya decidido tener un crush con la otra persona, claro, seguramente los ángeles los cruzaron en el mismo camino para poder hacer una historia de amor que terminará en camioneta y dos hermosos hijos.
Me dice mi amistad erótica que, incluso yo lo dije, los hombres no están listos para una mujer independiente. Qué triste, fue tan triste que hasta derramar bilis me hizo, es evidente porque no tengo vesícula, y todo el coraje y estrés convertidos en ese amargo líquido amarillo puede contabilizarse en mi bitácora de episodios de ira hacia la vida.
What! Por favor, es una impotencia tan grande que nadie se quiera dejar llevar por la insoportable levedad del ser, que parezca como si ir al cine los domingos y coger un par de veces a la semana -con el debido foreplay cursilón-, sea parte de lo que una vida normal y tranquila deban contener.
No lo niego, yo también he pensado en el matrimonio, en la idea de una vida en pareja, en los detallitos melosísimos que se me dan tan bien, sí, pero he aprendido a disfrutar tanto de la plenitud de estar soltera, de tener amistad erótica que satisfaga mis calenturas, de poder decidir no hacer nada si no lo deseo, vestir y calzar para mi y mi más privado placer, poder decir piropos a la gente que quiero sin sentirme culpable o pensar que a mi significant other pueda molestarle, demostrar mi amor sin esperar un anillo con diamante a cambio.
Soy joven, sí, pero sé más lo que quiero y parte de lo que no. En general, creo que todos están en un balance al contrario, cosa que me da ventaja que puede parecer lo contrario. Tengo tantito Teresa y mucho Sabina, porque también sé que aguanté lo suficiente como para darme la vuelta e irme de la ciudad y dejar de aguantar lo que me hacía tener sueños cansados y pesadillas en el día, sé que ya probé a qué sabe la infidelidad y no me gustó –vista desde ambar partes, ser engañada y ser la otra aunque sea por una noche-, sé que se siente sentirse menos, sentirse infeliz, sentirse remando con todas las fuerzas de un solo lado para sólo hacer círculos, lo sé. Y sé que eso es parte de lo que no quiero.
A veces como buena Sabina, me gusta pensar románticamente en mis amistades eróticas, sólo para llenar ese espacio que sobra que nadie tiene cocinando a fuego lento, es divertido, pero lo hace complicado y eso también me da miedo. Nunca dejé de tener miedo, pero mientras ustedes le tienen miedo a caerse en tacones sobre el pavimento o sobre otras bocas, yo le tengo miedo a luchar contra el mundo, a que un día de estos me encuentre a mi reto mental (o él se dé cuenta que yo soy el suyo) y me dé en la madre y me convierta en una de todas ustedes.
Y bueno, qué les digo de la apertura sexual, si ustedes vieran lo lindo que suena que hablen de tríos y aventuras acaloradas, y lo triste que es saber que lo que buscan es un promedio de tres posiciones por noche en un solo round. No pensé que fuera a afectarme tanto, saben?
No pensé, más bien, que fuera a encontrar en diferentes círculos sociales la misma constante en ustedes los hombres que yo pensaba que pensaban diferente. Quizá sea simplemente porque los quiero que me da impotencia no poder hacer o decir nada que genere otra reacción.
No pido mucho, sólo no dar tanto miedo. No pido mucho porque no voy a cambiar, el día que me convierta en una como todas, podré hacer la lista de mi príncipe azul, el que ustedes se imaginan como Brad Pitt, que en mi mundo, hoy tiene cara de Mike Portnoy.



domingo, 18 de noviembre de 2012

La primera

Yo podría coquetear contigo todos los días. Pero sólo por escrito.
Mi autoestima está muy golpeada, pero el tiempo me ha enseñado a maquillarla con acabado profesional. No queda igual todos los días.
La situación es que nunca había dicho al mundo que alguien me gusta.
No un gusto evidente y colectivo. Un gusto personal. Y es que cada que lo pienso me siento más insegura.
No quiero mencionar la sensación de ver una fotografía. Fatal.
Para esto, el traje de titanio no funciona.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Entonces los vamos a usar

Se me borró el draft de este post.
Comenzaba con un: cada que alguien me saca de la cama para salir, casi siempre regreso a la cama... acompañada.

Hablamos de temas random, de novios y exnovios, de noticias y golpes en las articulaciones. Él quería hablar.
Quería contarle al mundo la historia que nadie supo completa (y que aunque ya estaba acabada, todavía no estaba lista para terminar). Quería contar con detalles cronológicos lo que había pasado en su memoria y de alguna forma tener aceptación.
Debió haber agradecido que el respeto por la vida de los demás había llegado a mi puerto y que me limité a escuchar lo que en otro momento hubiera refutado como inaceptable forma de vivir. Hice incluso algunas bromas, y por ser una vez especial, no abusé del humor negro, de la crítica ácida, de los mensajes claros. Escuché atenta y excitada.
Era una excitación no como cualquiera. Era excitación sin fantasía, sólo con frenesí. Fue cuando conocí los shots de adrenalina que queman el cuerpo, como una inyección de bedoyecta que entra en la nalga (nunca me he inyectado drogas, no sé hacer comparaciones de cosas que no conozco), que arde mientras se combina con el torrente sanguíneo, que arde mientras el cuerpo lo recibe sin pasar por el trillado estómago.
Fue como una mutación de la sangre. Sería en adelante la sensación y significado de adrenalina certera en mi cuerpo.

No sé qué pasó con mi ropa, las zapatillas eran negras.
Disfrutamos de un placer culpable sin remordimiento, como el sorbo del trago favorito, sin respeto porque ya se conoce su sabor pero con la certeza del gusto, del gusto y del sentido del gusto. Como un trago de Jack en las rocas, con la seguridad que habrá un último sorbo que eventualmente podrá ser rellenado, como la parte interior de mis piernas.
Nadie emitió palabra alguna. Como debe ser.