lunes, 17 de junio de 2013

Constelación



Constelé por vez primera. Como representante fui más veces masculina que femenina. Se me movió todo. Se me movieron todos.
Lloré en mi terapia de resonance por vez primera. También se me movió todo. Después de descubrir el lugar de mi amistad erótica, la agonía del amor no correspondido se siente como una gripa común: duele el cuerpo, se hace todo normalmente, pero se siente un malestar que provoca dormir todo el tiempo. Es algo que puedo manejar sin afectar mi felicidad cotidiana, mi paz mental, sé que está ahí y lo puedo ver. Tengo muchos pensamientos en mi realidad alterna, muchas historias y mucho futuro, muchos gestos lindos y románticos a mi estilo que recibo de él. Por varios días soñé también cosas de esas; supongo que por eso quería seguir durmiendo. Hasta que llegaron los susurros, los susurros del universo que me indicaban que algo estaba donde no debía estar.
He permanecido cómoda en el lado donde yo no pido saciar la calentura por respeto a mi feminidad, por darle al lado masculino la responsabilidad de ejercer control sobre mí, porque por muy open mind, me encanta la parte conservadora de los roles de las relaciones. Saldré de ahí para enfrentar al miedo.
En mi constelación, enfrenté al miedo, ahora lo puedo ver, sé cómo es y no lo ignoro. Creo que por eso quiero preguntar.
Tuve un pensamiento que me encantaría decírselo: cuando nos vemos hablamos muy poco, porque la mayoría de nuestras conversaciones las tienes conmigo en mi mente, y hablo largo y tendido hacia ti, de ti, de nosotros. Tú no hablas, porque es mi mente, pero escuchas y yo puedo explayarme sin remordimiento de ocupar tiempo real en tu vida que podría ser ocupado para otra cosa, o siquiera porque no existen esas conversaciones.
En otras conversaciones que tengo me gusta decirte -cuando en mi mente me preguntas-, que sabes quién me gusta, y que decido que no cambie. Te digo: -tú sabes quién me gusta, y decido que en este momento no me guste nadie más. Soy honesta conmigo misma y en este momento no quiero conocer a otra persona, o volver a conocer a alguien que ya conozco que no seas tú, porque no es el momento y no tengo ánimo para eso. Quizá cambie pronto, porque tiene dos días que he dejado de soñarte, pero en la conciencia de estar despierta sigo sintiendo igual. No es una razón infantil de “te voy a esperar”, o “si es para mí en algún momento lo sentirá de regreso”, es meramente decisión de no buscar en otro lo que he encontrado en ti. Cuando suceda, sucederá y ni me daré cuenta cuando pase; pero hoy, mantengo esta postura.
También porque se me hace injusto para otros que mi pensamiento esté en otro lado, ni siquiera la intención podría estar en ellos, y creo que el tiempo es perfecto y no pertenece a nadie, mucho menos a mí.
No siento temor. Siento acomodo de sentimientos, siento. Y para mí, está bien.