domingo, 18 de noviembre de 2012

La primera

Yo podría coquetear contigo todos los días. Pero sólo por escrito.
Mi autoestima está muy golpeada, pero el tiempo me ha enseñado a maquillarla con acabado profesional. No queda igual todos los días.
La situación es que nunca había dicho al mundo que alguien me gusta.
No un gusto evidente y colectivo. Un gusto personal. Y es que cada que lo pienso me siento más insegura.
No quiero mencionar la sensación de ver una fotografía. Fatal.
Para esto, el traje de titanio no funciona.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Entonces los vamos a usar

Se me borró el draft de este post.
Comenzaba con un: cada que alguien me saca de la cama para salir, casi siempre regreso a la cama... acompañada.

Hablamos de temas random, de novios y exnovios, de noticias y golpes en las articulaciones. Él quería hablar.
Quería contarle al mundo la historia que nadie supo completa (y que aunque ya estaba acabada, todavía no estaba lista para terminar). Quería contar con detalles cronológicos lo que había pasado en su memoria y de alguna forma tener aceptación.
Debió haber agradecido que el respeto por la vida de los demás había llegado a mi puerto y que me limité a escuchar lo que en otro momento hubiera refutado como inaceptable forma de vivir. Hice incluso algunas bromas, y por ser una vez especial, no abusé del humor negro, de la crítica ácida, de los mensajes claros. Escuché atenta y excitada.
Era una excitación no como cualquiera. Era excitación sin fantasía, sólo con frenesí. Fue cuando conocí los shots de adrenalina que queman el cuerpo, como una inyección de bedoyecta que entra en la nalga (nunca me he inyectado drogas, no sé hacer comparaciones de cosas que no conozco), que arde mientras se combina con el torrente sanguíneo, que arde mientras el cuerpo lo recibe sin pasar por el trillado estómago.
Fue como una mutación de la sangre. Sería en adelante la sensación y significado de adrenalina certera en mi cuerpo.

No sé qué pasó con mi ropa, las zapatillas eran negras.
Disfrutamos de un placer culpable sin remordimiento, como el sorbo del trago favorito, sin respeto porque ya se conoce su sabor pero con la certeza del gusto, del gusto y del sentido del gusto. Como un trago de Jack en las rocas, con la seguridad que habrá un último sorbo que eventualmente podrá ser rellenado, como la parte interior de mis piernas.
Nadie emitió palabra alguna. Como debe ser.