viernes, 15 de mayo de 2009

Atesorar


Eso que tuve

Fue un nudo que no supe amarrar. Una trenza que no supe apretar. Una ola que no pude tomar.

Me quedo con las yemas redondas, con los ojos dorados que de cerca parecen uvas sin piel.

Me quedo con las camisas de botones que fueron los manteles cuadrados de mis días de campo en la cama.

Me guardo para los días difíciles las risas y los bailes callejeros. Las sonrisas a oscuras que siempre pude ver. Los roces de cabellos y los huracanes de respiración compartida y perdida en los cuellos, como grutas con intensa corriente.

Me quedo los días de escurrir. Las noches y las mañanas.

Sostengo los escondites de agua sin adrenalina ni espera.

Para cuando haya tormenta con truenos tengo los momentos de desesperación, los comentarios inapropiados y las gotas recurrentes sobre mi cabeza, todos o por separado sirven igual.

También para los fines de semana conservo las pláticas de pez inexistentes y equívocas. Los aderezados pensamientos compartidos -pocos para que no empalaguen-, de esos que siempre te dejan con hambre.

No está disponible la música, es que no hubo, eso también fue motivo para despertarnos, nadie puede soñar en silencio.

Se me desaparecieron los contenidos de las conversaciones.

La memoria del evento solo guarda colores, colores, colores.

Hubo un rumor de un posible redescubrimiento de invento al regreso. Nada seguro. Quizá (y casi seguramente) solo era mi mera especulación acuosa.

Me quedo tu olor a dulce quemado o a café con agua de limón. El sabor húmedo y el tacto mojado de tu lengua siempre fresca, siempre suave, siempre intensa.

No he partido porque secretamente me quedé con tus manos en mi cintura, amarrando fuerte como lazos de muelle, fuerte como me entumece.

Con el hielo escarchado erizando mi cabello, haciendo mis huesos crujir al doblarse, es el crujido que fotografía la imagen que se mueve y que me quedo, del color de la sangre de mis uñas, del olor de la carne de mis miedos, del sabor de mis ríos de cabello, enredado a veces entre tus dedos. Enredados los lunares, enredados los secretos, enredados los fantasmas que nos acompañaron en los hasta luegos.

Celebrando el fracaso, aplaudiendo la locura, te invito a que no te quedes y bailes conmigo en la terraza de la decepción. No pasa nada.

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