Constelé por vez primera. Como representante fui más veces masculina
que femenina. Se me movió todo. Se me movieron todos.
Lloré en mi terapia de resonance por vez primera. También se me movió
todo. Después de descubrir el lugar de mi amistad erótica, la agonía del amor
no correspondido se siente como una gripa común: duele el cuerpo, se hace todo
normalmente, pero se siente un malestar que provoca dormir todo el tiempo. Es
algo que puedo manejar sin afectar mi felicidad cotidiana, mi paz mental, sé
que está ahí y lo puedo ver. Tengo muchos pensamientos en mi realidad alterna,
muchas historias y mucho futuro, muchos gestos lindos y románticos a mi estilo
que recibo de él. Por varios días soñé también cosas de esas; supongo que por
eso quería seguir durmiendo. Hasta que llegaron los susurros, los susurros del
universo que me indicaban que algo estaba donde no debía estar.
He permanecido cómoda en el lado donde yo no pido saciar la calentura
por respeto a mi feminidad, por darle al lado masculino la responsabilidad de
ejercer control sobre mí, porque por muy open mind, me encanta la parte
conservadora de los roles de las relaciones. Saldré de ahí para enfrentar al
miedo.
En mi constelación, enfrenté al miedo, ahora lo puedo ver, sé cómo es
y no lo ignoro. Creo que por eso quiero preguntar.
Tuve un pensamiento que me encantaría decírselo: cuando nos vemos
hablamos muy poco, porque la mayoría de nuestras conversaciones las tienes
conmigo en mi mente, y hablo largo y tendido hacia ti, de ti, de nosotros. Tú
no hablas, porque es mi mente, pero escuchas y yo puedo explayarme sin
remordimiento de ocupar tiempo real en tu vida que podría ser ocupado para otra
cosa, o siquiera porque no existen esas conversaciones.
En otras conversaciones que tengo me gusta decirte -cuando en mi mente
me preguntas-, que sabes quién me gusta, y que decido que no cambie. Te digo:
-tú sabes quién me gusta, y decido que en este momento no me guste nadie más.
Soy honesta conmigo misma y en este momento no quiero conocer a otra persona, o
volver a conocer a alguien que ya conozco que no seas tú, porque no es el
momento y no tengo ánimo para eso. Quizá cambie pronto, porque tiene dos días
que he dejado de soñarte, pero en la conciencia de estar despierta sigo
sintiendo igual. No es una razón infantil de “te voy a esperar”, o “si es para
mí en algún momento lo sentirá de regreso”, es meramente decisión de no buscar
en otro lo que he encontrado en ti. Cuando suceda, sucederá y ni me daré cuenta
cuando pase; pero hoy, mantengo esta postura.
También porque se me hace injusto para otros que mi pensamiento esté
en otro lado, ni siquiera la intención podría estar en ellos, y creo que el
tiempo es perfecto y no pertenece a nadie, mucho menos a mí.
No siento temor. Siento acomodo de sentimientos, siento. Y para mí,
está bien.