La noche aquella fue de baile de salón junto al sonido de la banda, en el último fin del primero,
Una noche de turquesa y esmeralda en satín, elástico, polvo, crayón y piedritas,
De cabellos largos inexistentes y despeinados, de labios como lunas menguantes, de suelos palpitantes,
Qué noche donde desaparecieron los móviles rondantes alrededor, donde el lugar fue impuesto a pesar de la falta del sonido de las palabras que lo anunciaran,
La noche del ritmo y cadencia resumidos en un cuadro rectangular al compás de las nereidas,
Fue conmemoración, en el trece del segundo del diez, a casi un año del primero, cuando con burdas huellas la dirección mostraba el camino para el patrón a repetir del cuadro rectangular dibujado en el piso,
De testigos el solomillo y el serrano, los frágiles rubios y los vidrios cilíndricos de luz rústica, los lienzos de esmalte de uñas y las nereidas otra vez,
Inolvidable, irrepetible, incomparable,
Ni la punzante insistencia del enemigo en la sonrisa hizo que pudiera voltear los ojos a otro lado,
Comimos la carne y el tomate, comimos nuestra carne con calor de horno casero, mordimos los ojos como uvas sin piel, partimos el postre como partiendo plaza,
Bailamos,
Bailamos de pie,
No hay comentarios:
Publicar un comentario