martes, 23 de febrero de 2010

El trece del diez


La noche aquella fue de baile de salón junto al sonido de la banda, en el último fin del primero,

Una noche de turquesa y esmeralda en satín, elástico, polvo, crayón y piedritas,

De cabellos largos inexistentes y despeinados, de labios como lunas menguantes, de suelos palpitantes,

Qué noche donde desaparecieron los móviles rondantes alrededor, donde el lugar fue impuesto a pesar de la falta del sonido de las palabras que lo anunciaran,

La noche del ritmo y cadencia resumidos en un cuadro rectangular al compás de las nereidas,

Fue conmemoración, en el trece del segundo del diez, a casi un año del primero, cuando con burdas huellas la dirección mostraba el camino para el patrón a repetir del cuadro rectangular dibujado en el piso,

De testigos el solomillo y el serrano, los frágiles rubios y los vidrios cilíndricos de luz rústica, los lienzos de esmalte de uñas y las nereidas otra vez,

Inolvidable, irrepetible, incomparable,

Ni la punzante insistencia del enemigo en la sonrisa hizo que pudiera voltear los ojos a otro lado,

Comimos la carne y el tomate, comimos nuestra carne con calor de horno casero, mordimos los ojos como uvas sin piel, partimos el postre como partiendo plaza,



Bailamos,


Bailamos de pie,










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